Nathan se detuvo, olfateando el aire de la noche.
Volvía a casa después de pasar semanas a
bordo de su bote, en la niebla espesa que estaba rodando desde el
océano, mientras caminaba por las tenues veredas familiares a su pequeña
casa sobre el acantilado, se dio cuenta que no estaba solo.
Su primer impulso fue huir de vuelta por
el acantilado, pero en unos instantes sus instintos le dijeron que mas
de uno había invadido su santuario. Al menos dos, tal vez mas. Uno
estaba debajo de él, entre él y su amado bote. Y el otro estaba
esperando en la pequeña cabana…
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