Leo no se llama Leo, pero David lo llama
así desde hace más de quince años. Todas las noches, David espera a Leo
en la estación Ministro Carranza, mientras la ciudad a su alrededor se
adormece lentamente. Si Leo llega, David podrá respirar aliviado y darle
cobijo en su casa por un rato. Si no llega, esperará un día más, o dos,
o diez… o lo que sea necesario.
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