Cortinas de terciopelo colgadas en el dosel de la cama de caoba antigua. En su sueño, las manos viajaban a lo largo de su pecho, provocando y acariciando su carne temblorosa. Él estaba acostado de espaldas, desnudo, vulnerable y completamente erecto cuando las manos continuaron su viaje hacia abajo en dirección a su estómago, y él gimió expectante.
—¿Quieres que continúe? —Una voz ronca murmuró en su oído cuando los dedos viajaron por el interior de sus muslos. Pero algo estaba mal, lo percibió a través de la nube de placer cuando los dedos delicados comenzaron a acariciar la extensión dura y llena de la región más sensible de su cuerpo.
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