Su polla enorme estiró mi boca abierta. adeé buscando aire mientras seguía empujando sus poderosas caderas hacia adelante y hacia atrás. Más y más rápido. Él era implacable. Ya no era una persona, sólo era una boca húmeda. Un agujero para que él empujara su polla. Incapaz de respirar, le di un golpecito en su interior musculoso para que él se detuviera, pero ni siquiera se dio cuenta.
Inclinó la cabeza hacia atrás y gimió profundamente. Una espesa corriente de semen se disparó desde su polla y se estrelló contra la parte posterior de mi garganta. Todos mis sentidos estaban enfocados en su polla.
Todo lo que podía oír eran los sonidos de su piel arrastrándose contra mis labios húmedos. Todo lo que podía oler era una mezcla de sudor y esperma. Su sabor era salado, y todo lo que podía ver era su estómago mientras continuaba bombeando su pene suavizado en mi boca.
Pero nada de eso, aun si lo hubieras agregado todo- podría compararse con lo que yo sentía. Me sentía poderoso pero débil. Vulnerable pero fuerte. Estaba jodiendo mi boca duro y rápido, pero yo era el que controlaba. Un simple chasquido de mi lengua era suficiente para hacerla temblar las rodillas. Cuanto más chupaba más gemía. Cuanto más de su polla tomaba más quería darme.
Una vez que su saco estaba finalmente vacío, sacó su polla de mi boca y se derrumbó de nuevo en la cama. Limpie el escupitajo de mi boca, me arrastré encima de su cuerpo desnudo hasta que mi cabeza descansaba sobre su pecho.
Había soñado con momentos como ese cuando era un chico confundido con nadie a quien acudir. Años de dudas y negación me habían plagado durante la mayor parte de mi adolescencia, pero él era capaz de mostrarme mi verdadero yo. Cuando estaba a mi lado, o cuando su polla estaba en mi boca, me sentía como si pudiera tomar el mundo.
No había necesidad de mentir ya. No había necesidad de fingir que yo era un Alfa. La altura y el peso no son suficientes para hacer de un hombre un Alfa. Podría haber bombeado hierro todo el día, pero no ocultaría la verdad. Tonto, creía que los músculos más grandes hacían a los hombres más fuertes. Pero mi corazón no cambió. Tampoco mi mente.
Yo era un Omega. Un chupador. Un cazador de pollas. Yo era un Omega, pero no estaba solo, y, con Tom a mi lado, me sentía como si pudiera enfrentarme al mundo. Tan pronto como su energía regresó, Tom me rodó en mi lado de la cama y se subió encima de mí.
—¡Hoy es el gran día! —Él rió mientras rozaba la parte de atrás de su mano contra mi mejilla rosada. Los gruesos cabellos negros me hicieron cosquillas en mi suave piel, pero luché contra la necesidad de reírme. —¡No quieres llegar tarde, he oído que ese tipo Drake puede ser un verdadero gilipollas!
